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Finlandia: Una ventana a la educación de calidad

¿Qué tiene el modelo finlandés que obtiene logros tan destacados? Es cierto que el Estado destina alrededor de una quinta parte de su presupuesto a educación. Pero sin desmerecer lo anterior, sus vecinos, Noruega y Suecia, invierten más que ellos en educación y no obtienen tan buenos resultados. De acuerdo al Programa para la Evaluación […]

¿Qué tiene el modelo finlandés que obtiene logros tan destacados? Es cierto que el Estado destina alrededor de una quinta parte de su presupuesto a educación. Pero sin desmerecer lo anterior, sus vecinos, Noruega y Suecia, invierten más que ellos en educación y no obtienen tan buenos resultados.

De acuerdo al Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos de la OCDE o Programme for International Student Assessment (PISA, por sus siglas en inglés), que evalúa cada tres años las competencias y habilidades de jóvenes de 15 años en 65 países del mundo, los asiáticos superan al resto del mundo. La medición de 2012 no es la excepción, pero Finlandia -tal como ha ocurrido en evaluaciones anteriores- ocupa un lugar privilegiado: el puesto N° 5 en ciencia, el N° 6 en lectura y el N° 12 en matemática.

 

El mismo profesor por cinco años

Los niños finlandeses ingresan al colegio, a primero básico, a los siete años porque se considera que es entonces cuando comienzan a tener cierta madurez para poder asimilar los conocimientos de distintas asignaturas. Hasta ahora era opcional asistir al jardin de niños (de uno a seis años) o a la educación preescolar (de seis a siete años), pero a partir de este años esta última se estableció como obligatoria.

Lo que se pretende en estas etapas previas a la educación formal es despertar las aptitudes, habilidades y curiosidad de los niños, enseñándoles a pensar y razonar a través del juego. Sólo en primero básico empieza el aprendizaje de la lectura, pero si un niño demuestra disposiciones particulares se le da la oportunidad de aprender a leer precozmente. En cambio, si aún no ha logrado desarrollar las destrezas necesarias para la lectura puede quedarse en prescolar hasta los ocho años, si los padres y profesores están de acuerdo.

En todo caso, las nuevas clases en educación básica o primaria no son jornadas largas y extenuantes. El horario se extiende desde las 9.00 hasta las 3.00 de la tarde, las sesiones se limitan a 45 minutos y se entrecruzan con períodos de descanso de 15 minutos durante los cuales pueden caminar libres por los pasillos, hablar en las salas de descanso, jugar o utilizar las computadoras puestas a su disposición.

En los dos primeros años, se les enseña principalmente lengua materna (finés) y literatura, pero también hay espacio para matemática, educación física, estudios ambientales, artes visuales, música, tecnología (textil, carpintería) y religión o ética. En los cursos posteriores, sera el turno de las ciencias, historia y lenguas extranjeras. Y hasta 5° año de primaria tienen al mismo profesor, quien se encarga de que en la jornada diaria se respeten los ritmos de aprendizaje de cada alumno, tratando de evitar todo cansancio inútil.

Los menores son evaluados hasta los 11 años de edad sin emplear cifras en la calificación; los informes que el educador elabora son sólo descriptivos. Así, el estudiante se abre a los aprendizajes sin la presión de las notas, sin la estigmatización de ser parte de los alumnos más lentos. Cada cual puede progresar a su ritmo eliminando ese sentimiento de deficiencia o de “inutilidad” que puede provocar posteriormente tantos fracasos.

Es este maestro, que los acompaña durante sus primeros años, quien además supervisa que todos los alumnos estén bien integrados. La Inclusión es un aspecto preponderante del sistema educativo finlandés.

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Apoyo permanente a quienes presentan dificultades

Desde el jardín infantil, los menores son sometidos a pruebas para detectar en forma temprana si tienen algún problema de aprendizaje, en el entendido que es mejor solucionar una complicación en esta etapa y no en el futuro.Los que presentan desventajas pasarán a primero básico, pero tendrán que asistir a clases de nivelación donde se reúne a cinco niños con un docente especializado; una modalidad de trabajo que sólo dura un tiempo, pues cuando ya evidencian mejoras se reincorporan a la clase habitual de máximo 25 alumnos.

Si en el aula normal un niño está rezagado en alguna materia, el profesor aplica estrategias de reforzamiento en cooperación con otros docentes del establecimiento y se encarga de que reciba apoyo de un grupo de compañeros más adelantados, pues es visto con total normalidad el hecho de que todos aprenden a velocidades distintas.

Actualmente, hay muchos maestros que incluso están organizados en “grupos de resolución de problemas” para desarrollar el currículo adaptado a las características y necesidades de sus alumnos. Porque hay que recordar que en Finlandia el Estado da las grandes directrices, pero los docentes tienen un amplio grado de autonomía al momento de implementar el currículo.

Además, tal como señala la experta del Centro de Investigación Avanzada en Educación (CIAE) de la Universidad de Chile, Beatrice Ávalos, quien visitó Finlandia en noviembre pasado invitada por la embajada chilena en ese país, allí incluyen en sus clases a los alumnos en toda su diversidad, otorgando facilidades especiales a aquellos que presentan discapacidades. Y tiene razón: un elemento esencial de la enseñanza finlandesa es la atención sistemática a quienes poseen necesidades educativas especiales. Desde 2011 se estableció un sistema de Apoyo para el Aprendizaje y la Escolarización, en el cual todos los estudiantes son cada vez más integrados a las aulas de enseñanza comunes y esto es posible gracias al esfuerzo del profesor titular y de educadores diferenciales.

 

Los mejores profesores: ¡en todos los niveles de enseñanza!

El sistema educativo finlandés está siempre a la vanguardia: la última, enseñar a los alumnos a teclear en un smartphone y que escribir a mano sea una asignatura opcional.

Un aspecto que los docentes jamás pierden de vista: los estudiantes deben transformarse en protagonistas de su aprendizaje. Por esta razón, se permite en clases el uso de tecnología y se promueven actividades como visitas de grupos de teatro aficionados que muestran contenidos que los jóvenes deben analizar posteriormente en clases.

Detrás de estos esfuerzos por generar clases dinámicas y atractivas, existe una mirada que la sociedad finlandesa no está dispuesta a transar: se valora la educación como un derecho de todos ofreciendo un sistema no selectivo, de calidad y gratuito. “Siguiendo esa línea, ellos eligen y forman muy bien a sus docentes, les entregan buenas condiciones trabajo”, destaca Beatrice Ávalos. Por ejemplo, se preocupan de que el número de adultos a nivel jardín y preescolar sea suficiente para mantener una estrecha relación con cada niño. Tres auxiliares de preescolar más un ayudante para cada grupo de 12 niños entre uno y tres años; dos profesores, un auxiliar de preescolar y un asistente para un grupo de 21 niños entre tres y seis años.

Es necesario destacar que los docentes en Finlandia están altamente calificados: todos tienen un título de licenciatura en educación, complementado muchas veces con una maestría que es obligatoria para quienes se desempeñan en básica y media. Tomando en cuenta que en la enseñanza básica los niños aprenden los fundamentos de todos los aprendizajes posteriores, a los profesores para enseñar en este nivel se les exige un master en Ciencias de la Educación; mientras que a los profesores de media, un master en alguna disciplina específica. Pedagogía es hoy una de las carreras más prestigiosas en Finlandia.

 

 

 

 

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