Cada vez que alentaba y entregaba retroalimentación positiva a su alumna, de 9 años, ella creía que era capaz. Su semblante se ponía radiante, su postura cambiaba. Ese orgullo la llenaba de alegría y despertaba sus ganas de poner atención y seguir aprendiendo. Esa es la experiencia que tuvo en su primera sesión de tutoría Francisca Gallegos, quien además es la coordinadora nacional del Plan Nacional de Tutorías. Francisca es parte de la convocatoria ciudadana en la que se han inscrito más de 22 mil personas. En este reportaje a fondo, Revista de Educación conversó con personas que se atrevieron, al igual que Francisca, a dar este paso e involucrarse activamente con esta cruzada educativa.
A sus 9 años, y muy bien acompañada por su muñeca Carla, una niña de Quilicura -cuya identidad resguardaremos- comienza su sesión online en el marco del Plan Nacional de Tutorías, impulsado por el Gobierno. También está junto a ella una tía, hermana de su mamá, quien trabaja todo el día.
Se ve feliz con su clase. Quizá porque para ella es más un juego, una conversación, una instancia lúdica, donde Carla y otras de sus muñecas asumen un rol protagónico. Hay que enseñarles a leer: ya reconocen las letras y algunas sílabas, pero es importante que aprendan a hacerlo con fluidez, decisión y sin miedos.
Su tutora, Francisca Gallegos, quien es la coordinadora del Plan Nacional de Tutorías, se
emociona al recordar ese momento:
“En la primera sesión con mi alumna, de 16 que son en total, estuvieron ella y sus muñecas, trabajamos todas muy activamente. Lo pasamos muy bien. Y lo más importante: quedó muy contenta. Lo sé porque estoy trabajando con un modelo de la Fundación Letra Libre y al final de la jornada se hace una evaluación, aquí se le preguntó acerca de la clase, cómo se sintió y la verdad es que quedó feliz, motivada. Fue un regalo para ella… y para mí”.
En esa sesión, que en el modelo de Letra Libre se llama “sesión de vinculación”, se fortalece el
bienestar socioemocional muy intencionadamente. Cada vez que esta pequeña alumna creía que era
capaz, le entregaba retroalimentación positiva y eso lograba ponerla radiante, su postura
cambiaba… Ese orgullo la llenaba de alegría y despertaba sus ganas de poner atención y seguir
aprendiendo.
Francisca aprovechó de hacerle muchas preguntas, para así indagar en sus gustos y planificar las clases siguientes de acuerdo con los intereses de la niña.
Asimismo, ocupó como base el material entregado por la fundación, pero fue usando palabras y
oraciones nuevas para ir leyendo junto con la menor, acerca de temas que le hicieran sentido.
Imagino que así resultó mucho más entretenido
Exactamente. Y no se dio cuenta que estábamos leyendo. Y tampoco de que escribió. Participó su
muñeca Carla, que se llama igual que su mamá. Y unos cereales que estaba comiendo.
¿Qué sentiste después de la experiencia?
Quedé muy emocionada. A mí me emociona mucho esto. Soy profesora de enseñanza media,
entonces trabajar con niños es distinto. A ellos se les nota más cuando se sienten valiosos,
importantes. Recuerdo que mi alumna estaba con el celular, echada hacia atrás, pero cuando
sabía que había hecho algo bien, se metía en la cámara y se enfocaba, entonces es maravilloso
ver eso.
Pero, ¿por qué la coordinadora del Plan Nacional de Tutorías decidió sumarse? Su respuesta es
contundente: “Yo soy profesora y formadora de profesores. Siempre quise tomar parte activa
de este Plan. Por eso, cuando surgió este año el modelo de tutorías comunitarias, me sentí
totalmente motivada para seguir este camino. Creo profundamente que todos nos tenemos
que hacer parte de este desafío (…) Las tutorías encarnan mucho un sentido de causa país, nos
convocan a todas y todos”.
Reportaje completo en: Revista de Educación N° 404