Directora de diseño académico de la Universidad Camilo José Cela y Consultora senior del Yale Center for Emotional Intelligence, Ruth Castillo -quien intervinó recientemente en el “Seminario de Aprendizaje Socioemocional en la escuela”, organizado por la Fundación Innova Educando- aborda cómo trabajar las habilidades socioemocionales con los adolescentes y el rol que compete a los adultos. En esta entrevista con Revista de Educación hace referencia a los “disparadores emocionales” y cómo mitigarlos. Comparte pautas simples de salud emocional, en especial para los docentes de aula.
¿Es importante que los adultos, en particular los docentes, estén conscientes de sus propias emociones para así poderlas promover en sus alumnos(as)?
Podríamos decir que educamos más por lo que somos, que por lo que les decimos o les enseñamos a los estudiantes. Somos mucho más contagiosos, más efectivos, si educamos mediante el ejemplo. Es muy difícil que un niño aprenda a manejar sus nervios o su enfado si ve que las personas de referencia, los adultos, no saben hacerlo. Por lo tanto, no sirve de nada que uno les de consejos o mensajes diciéndoles que tienen que aprender a comunicar mejor o a manejar mejor sus emociones si luego yo soy el primero que ante una situación difícil, me dejo arrastrar por emociones desagradables.
Tenemos que reconocer nuestras propias emociones y cómo ellas impactan en nuestras decisiones, en nuestras relaciones con los demás, en nuestra afectividad diaria. Solo así seremos capaces de ser un buen ejemplo y más efectivos.
Nuestros niños y adolescentes nos miran todo el tiempo, se fijan en detalles que para nosotros pasan desapercibidos y todo ello hace que al final una persona cuando de verdad lo vive, cuando de verdad lo siente, cuando de verdad cree en el valor que tienen las habilidades emocionales, va a ser siempre un buen ejemplo a seguir, más inspirador. Y se va a percibir con más honestidad en lo que dice.
Siempre es más efectivo interiorizar y ser conscientes de lo que yo llamo nuestros propios “disparadores emocionales”.
¿Qué son los disparadores emocionales a los que usted hace referencia?
Los disparadores emocionales tienen que ver con la comprensión emocional. Nosotros cuando hablamos de comprensión emocional hablamos de ser capaces de reconocer por qué nos sentimos de una manera determinada ante una situación determinada.
A veces esto puede originarse en algo externo: quizá porque hubo un conflicto, nos han dicho algo que es negativo o surgió una situación imprevista que ha bloqueado nuestros objetivos. Otras veces esos disparadores son internos, es decir, son cosas que nadie percibe, que a lo mejor no necesariamente han pasado, pero que están ahí y dependen de nuestras experiencias vividas, de nuestra personalidad, todo lo cual lleva a que en muchas ocasiones sintamos una emoción desagradable, por ejemplo, la necesidad de hacerlo todo perfecto, de llegar a todos, de tener la aprobación de los demás, de sentirnos valorados, de sentirnos queridos. Esas necesidades son las que muchas veces están detrás de emociones que podemos considerar desagradables como la ansiedad, el estrés o los nervios.
Como profesores a veces tenemos esa creencia irracional de que debemos tener soluciones y ocuparnos de todo. Eso sería un disparador emocional. Indiscutiblemente no llegamos a todos, no tenemos soluciones para todo, entonces cargamos con demasiada responsabilidad; y eso termina siendo una fuente de estrés para muchos profesores.
“La adolescencia es una etapa que muchos catalogan de rebeldía, pero no es así”
¿Cómo se puede trabajar el bienestar emocional tanto con los niños como con los adolescentes?
Con los adolescentes es más complejo porque la adolescencia es un período en sí mismo retador en el sentido de que a veces se encierran en sí mismos, dejan de compartir ciertas cosas con los adultos, con sus familias, están en un período de búsqueda de identidad. Para ellos lo más importante es la pertenencia al grupo de amigos, las relaciones con los amigos más cercanos. Es una etapa que muchos catalogan de rebeldía, pero no es así necesariamente. Buscan su identidad, cuáles son sus intereses, qué cosas los motivan, y tienden a desvincularse de las figuras de referencia. Mucha gente ve eso como rebeldía, confunde eso como aislamiento, pero no es así. ¿Qué pasa? Con los adolescentes cuesta mucho más trabajo abordar los temas de educación socioemocional porque no se abren fácilmente como puede ocurrir en la primera infancia.
Con los más pequeños podemos trabajar los aspectos emocionales de manera más explícita, pero con los adolescentes tenemos que buscar vías menos evidentes donde este trabajo sea especialmente importante, porque a veces ha ocurrido que precisamente porque la adolescencia es un período complicado hemos tendido a no trabajar estos aspectos y es cuando más lo necesitan. Aunque pensemos que nuestros alumnos no quieren compartirnos ciertas cosas es cuando más apoyo emocional requieren de nosotros.
En ese sentido, algo que puede funcionar muy bien es empezar a trabajar estos aspectos de ellos sin que lo perciban. Por ejemplo, a través de personajes: personas famosas, de series de TV, de la sociedad o personajes históricos. Hablar de cómo se sienten esas personas, qué les ha llevado a tomar determinadas decisiones, cómo se relacionan o relacionaban con los demás, en qué cosas fallaron, qué cosas han hecho bien.
Al empezar a hablar de esas personas abrimos una puerta a todo este mundo emocional que a ellos les cuesta tanto trabajo expresar. Podrían pensar: “bueno, si a estas personas les ha pasado esto, puede ser que cuando a mí me pase reaccione así” o “ya sé que esto es normal sentirlo”.
Mediante una investigación demostramos que la percepción de los adolescentes de que sus profesores cuidan de ellos a nivel emocional es clave para favorecer y fortalecer el entorno de aprendizaje y enseñanza. El sentir que nuestros alumnos adolescentes perciben que nos preocupamos por su desarrollo emocional y social es fundamental, sin duda mejorarán esas relaciones sociales, también sus propias habilidades y hará que se desarrollen y crezcan en un entorno más seguro y más óptimo.
Cuando hablaba de recurrir a personajes para abordar estos temas con los adolescentes, ¿qué es más efectivo, personajes del pasado o contemporáneos?
Aludí a personajes históricos para conectarlo con contenidos curriculares. Una de las cosas que hemos comentado en la conferencia es que el futuro de la educación socioemocional es que se integre en el día a día del estudiante, que se integre en el contenido académico, que no lo vean como algo separado, hay que abandonar esa idea de razón por un lado y emociones por otro. Las habilidades emocionales están conectadas con las habilidades cognitivas y si una persona no está bien a nivel emocional muy difícilmente va a atender, a memorizar, a tomar buenas decisiones, a tener creatividad, etc. Esa es la razón por la que yo hablé de utilizar personajes históricos, literarios u obras que puedan estar estudiando.
Personajes contemporáneos con los que los jóvenes se sientan plenamente identificados es también muy efectivo porque no habrá esa distancia temporal y van a ver que son personas del día a día, personas que tienen sus mismas problemáticas y están viviendo en el mismo momento; eso permitirá una mayor identificación.
Las tendencias actuales, ¿en qué línea van en esta tarea de promover la educación socioemocional en los colegios?
En la actualidad todas las escuelas están aplicando programas o iniciativas de educación socioemocional. Afortunadamente, hemos perdido esa concepción de que la educación emocional es algo que solo se hacía en las familias, hoy las escuelas están cada vez más conscientes y sensibles de que hay que dar espacios al desarrollo de estas habilidades en los entornos educativos, ya hay muchísimas escuelas que integran esto en su día a día.
Lo que pasa es que todavía sigue existiendo una falta de estructura. En ocasiones se aplica un tipo de programa en educación preescolar o primaria y luego se abandona cuando los niños van creciendo. Porque a veces es más difícil, el propio perfil de los profesores es menos dado a trabajar estos temas, también consume el tiempo que tienen que dedicar a las propias asignaturas. La realidad es que al día de hoy sigue siendo un reto integrar programas de educación socioemocional en la adolescencia y lo que hemos visto es que esto tiene un impacto enorme en reducir problemas de ansiedad, de estrés, de conductas agresivas en el aula. Entonces, no debemos abandonarlo, es más, debemos hacer ese esfuerzo por integrarlo.
La tendencia es que esté embebido en los contenidos académicos, que no se vea separado. Existen dos enfoques: 1) más de integración en los contenidos académicos, y 2) de intervención, es decir, sesiones específicas diseñadas una hora a la semana, planificadas y estructuradas, para que los alumnos puedan profundizar en algunos aspectos.
Pero aparte de profundizar, también es necesario integrarlo, es decir, que los alumnos a la vez que están aprendiendo, estudiando, trabajando en equipo, resolviendo algún reto o una actividad antes o después de un examen, sean conscientes de que existen herramientas que les ayudan a manejar sus emociones, a reconocerlas, a comprenderlas y a regularlas mejor.
“Detrás de muchos problemas de salud mental hay un abuso de la tecnología”
¿Qué se hace con las redes sociales? Porque tienen impacto en el ciberbullying. ¿Qué pueden hacer los profesores y directivos?
El tema de las redes sociales y la tecnología es muy controvertido. Hoy nos enfrentamos a un fenómeno llamado “la soledad no deseada”. Es un término que aludía a cómo se sentían personas mayores, pero por primera vez nos estamos enfrentando a una generación de jóvenes y adolescentes que reportan índices muy elevados de soledad. Tenemos una población de personas que tienen muchos amigos en redes sociales, pero pocas habilidades para mantener relaciones de verdad, amigos de verdad, personas con las que puedan contar, a quienes acudir cuando tengan un problema. Prefieren un mensajito o un like, antes que una llamada. Entonces, efectivamente esto es un problema y hay bastante investigación que está demostrando que detrás de muchos problemas de salud mental, de autoestima, de conducta alimentaria, de ansiedad y depresión hay un abuso de la tecnología.
Lo primero de todo es ser consciente: la tecnología tiene enormes posibilidades, no hay que demonizarla ni mucho menos, pero no se puede utilizar como estrategia de regulación. Lo que les pasa a los jóvenes es que se esconden detrás de la tecnología como una forma de manejar sus emociones desagradables, con una pantalla se aíslan del mundo, no quieren saber nada de nadie y es su forma de manejar los conflictos o emociones negativas.
Lo que hay que enseñarles es que la tecnología hay que usarla, pero de manera responsable, con tiempos específicos, llegar a un acuerdo tanto en la casa como en el colegio respecto de cuándo se puede usar, en qué situaciones y no utilizarla como una estrategia de regulación.
Insisto: la tecnología es una herramienta que nos ayuda a estar más conectados, a trabajar mejor, a ser más efectivos en muchas cosas, pero nunca puede ser una estrategia de regulación.
Siempre va a ser mucho más efectivo un abrazo, una relación cercana, mirar a alguien a los ojos o estar cerca de una persona, que aquellos amigos que podamos tener de manera virtual. Enseñarles esto va a ser clave para que al final entiendan que la tecnología nos ayuda, pero que si abusamos de ella puede tener un impacto enorme en nuestro día a día.
Padres y docentes, ¿cómo pueden ayudar a los adolescentes a manejar las emociones negativas para que no se aíslen en las redes sociales?
A veces los adultos tenemos la tendencia a aislarnos, a escapar de nuestras propias emociones o a inmiscuirnos tanto en ellas que caemos en la “rumiación emocional”, ese enganche mental a una idea, a un pensamiento o a una conversación.
Existen estrategias saludables, que nos acercan a un estado de bienestar. Por ejemplo, una de ellas es saber identificar las señales que nos dan las emociones en el cuerpo o en la mente, saber comprenderlas, el por qué nos ocurren, ante qué situaciones o personas.
Es importante reconocer nuestras propias necesidades emocionales, tener un vocabulario claro y amplio para describirlas. Aquellas personas que tienden a caer más en conflictos o malentendidos es porque a veces no cuentan con un vocabulario amplio para expresar todo lo que les pasa.
Y luego, por último, algo muy importante: contarnos la situación de una manera amable, manejando nuestra conversación interior, es clave. Se trata de tener un autodiálogo más amable, más acorde a la situación. Utilizar la respiración también es una estrategia para llevar nuestro foco atencional al momento presente. Y reformular la situación de manera que nos ayude en lugar de que nos perjudique, todo esto que he mencionado son estrategias que nos ayudan a manejar mejor las emociones desagradables.
Así es que padres y profesores podemos hablar a los adolescentes de estas cosas. También, utilizar ciertas dinámicas para preguntarles: “oye, ¿qué puedes hacer o qué cosas te han venido bien en el pasado?” o “mira, en esta situación, cuando yo tenía tu edad hacía esto o lo otro”, podemos generar esos espacios de conversación en casa para que se entiendan como algo natural y luego, lo que decíamos al principio, ser un buen ejemplo para ellos. Si queremos realmente ser efectivos, tenemos que empezar por nosotros mismos, la educación emocional no es algo que únicamente va destinado a los niños y adolescentes, sino que es algo que empieza por los adultos.
Y que tiene un impacto increíble en la convivencia misma.
Por supuesto. De hecho, esa es una de las cosas que comentábamos cuando veíamos los resultados de la investigación. Cuando se trabaja con programas de educación socioemocional, eso tiene un impacto grandísimo en las relaciones que se establecen, en las actitudes que tienen hacia ellos mismos y sus compañeros, en el clima de convivencia, en la resolución de los conflictos, en la empatía hacia los demás, en reconocer mejor las emociones del otro, entonces, claro, va a influir también a nivel social.