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La comunidad escolar del Liceo Bicentenario “People Help People” de Pilmaiquén: Comprometida con la reactivación educativa

Volver a las aulas durante 2022 trajo una serie de problemas en torno a la convivencia y en el ámbito socioemocional. El largo confinamiento por la pandemia afectó profundamente el bienestar y la salud mental de niños, niñas, jóvenes y adultos. Ante esto, la Revista de Educación conversó con el director del Liceo Bicentenario “People Help People” de Pilmaiquén, Francisco Manqui, y el encargado de convivencia del establecimiento, Cristián Pozas, para conocer sus estrategias orientadas a mejorar las relaciones entre alumnos y alumnas. Acá una mirada en detalle a las buenas prácticas abordadas por su “Proyecto de Sana Convivencia”.

El Liceo Bicentenario “People Help People”, ubicado en la zona rural de Pilmaiquén en la comuna de Puyehue, Región de Los Lagos, atiende a 440 alumnos y alumnas, y de ellos, 250 están en régimen interno, debido a que provienen de localidades lejanas como Paillaco y Chaitén.

El director y profesor de matemáticas, Francisco Manqui, trabajó codo a codo junto al encargado de convivencia escolar y Psicopedagogo, Cristián Pozas, para iniciar el año 2022 con presencialidad completa, y con el desafío de tratar de subsanar las brechas educativas de las y los estudiantes del área Técnico Profesional (TP), cuya esencia es el aprendizaje práctico, que se vieron impedidos de asistir durante la pandemia a los talleres de las especialidades de Gastronomía y Agropecuaria que imparte el establecimiento.

Presencialidad, además, que trajo consigo una serie de conflictos de convivencia, que la comunidad educativa debió enfrentar rápidamente. “Creamos jornadas de reflexión, donde formamos un Comité de Convivencia Escolar, representado por el centro de padres, los alumnos, el director del liceo, los docentes, asistentes de la educación y el equipo de gestión directiva”, señala Cristián Pozas.

El comité decidió organizar talleres de 45 minutos, una vez por semana, en los 12 cursos de I a IV medio, donde trabajaron las siguientes áreas: comunicativa, reflexiva, participativa, recreativa y normativa. Dichas prácticas se instauraron para poner en marcha el “Proyecto de Sana Convivencia”.

Área comunicativa

Lo primero fue crear un logo y el slogan “Todos juntos por una buena convivencia”, el cual consideraba a toda la comunidad educativa.

A través de ese trabajo se logró tener una presencia muy activa del liceo en las redes sociales, lo que reforzó la identidad, pertenencia y participación de los y las estudiantes, quienes podían publicar contenidos y enterarse de las actividades que estaba implementando el establecimiento.

Área reflexiva

En este ámbito desarrollaron talleres para apoderados, alumnos y alumnas, sobre vinculación afectiva y cómo educar a los adolescentes en un nuevo escenario post pandemia.

Estas instancias sirvieron para formar el triángulo perfecto, cuenta el encargado de convivencia, entre las y los estudiantes, sus familias y la escuela. Con esto, los apoderados comprendieron que los profesores buscan potenciar, ayudar y educar a los jóvenes de la misma forma que ellos.

También realizaron talleres de alfabetización emocional, donde hacían conversatorios respecto a la identificación de las emociones básicas, y cómo éstas se manifiestan a nivel cognitivo y físico, recalcando la importancia de gestionarlas adecuadamente. Junto a eso, realizaron ferias y dictaron charlas de vida sana, salud mental, prevención del suicidio, entre otros temas.

Asimismo, hicieron conversatorios mixtos, idea que nació de los estudiantes, porque “ellos sentían que no conocían a sus compañeros”, ni a los alumnos de otros niveles. Los estudiantes manifestaban que muchas veces los episodios de violencia se gestaban al no existir instancias de reencuentro.

“Organizamos grupo heterogéneos de 8 a 12 personas, donde participaron estudiantes a cargo de una persona, que podía ser de cualquier área del colegio, porque la idea era que, a través del diálogo, pudieran establecer sus principales preocupaciones sobre su entorno, cómo sería su escuela ideal y de qué manera ellos se comprometen para hacer realidad lo conversado”, explica el director, Francisco Manqui.

Así, crearon las “Comunidades de Curso”, formadas por grupos de alumnos y alumnas de una misma sala. Esto facilitó que cada curso pudiese generar normas mínimas y un marco valórico, que le permitiera a cada estudiante tener una buena convivencia y asociada a valores.

Reportaje completo en: Revista de Educación N° 405.

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